La luz de la diáconia

La luz de la diaconía: 
Consideraciones espirituales sobre los diáconos y consejos para ejercer bien esta labor
por Padre José Antonio Fortea


En mi opinión, este libro no ilumina bien la luz de la diaconía. A penas revela la naturaleza del diaconado, especialmente el diaconado permanente.

Primero, en la portada hay una ilustración de un diácono lavando los pies de Cristo. Pero, el diácono está mal-vestido. La estola diaconal debe ser en el hombro izquierda, cruzando el pecho del hombro izquierdo a la cadera derecho! Pero en el imagen, la estola está mal puesta.

El segundo capítulo se titula “La vocación del diácono”, pero no da un sentido de la vocación propia del diácono. Más que todo es una queja en contra de los obispos quo no quieren diáconos permanentes en sus diócesis.

El tercer capítulo, “La familia y el trabajo del diácono”, es más que todo una examen de los problemas posibles de los diáconos con sus esposas.

El cuatro, trata de la posibilidad de rivalidad entre el párroco y el diácono.

Me aparece que Padre Fortea trata el diácono más en términos de problemas que en términos de complementariedad y cooperación.

En el penúltimo capítulo, “¿Por qué quedarse en el diaconado?”, escribe:

Por más que hablamos que les hablamos de la belleza del diaconado, los individuos no casados que quieren trabajar tiempo completo para la Iglesia siempre desearán el presbiterado, aunque habrá sus excepciones. De manera que, el vocación para aquellos hombres casados que por la ley del celibato no pueden acceder al presbiterado.  (p. 161)

Su manera de pensar de diaconado como algo inferior, y no tiene un entendimiento del diaconado como algo positivo y una vocación en sí, se revela en estas palabras suyas:

Nadie se quedaría en el grado inferior, pudiendo ascender al superior.

Tuve que leer ese capítulo tres veces para asegurarme que no lo equivoqué.

Creo que el padre Fortea no entiende muy bien que es el diaconado como grado permanente del sacramento del Orden Sagrado. Aparece que para él, el diaconado permanente es más que todo una manera de dar un espacio para los hombres casados en el orden sagrado. Él lo identifica como algo que no tiene algo -  los poderes del sacerdote.

Creo que él ha revertido al sentido preconciliar de identificar el sacramento del Orden Sagrado con el sacerdocio; “cuando hablamos del sacramento del orden, nos referimos al orden de los sacerdotes”.

¿y, los obispos? ¿su ordenación es secundaria y no tiene su propio sentido?

Según algunos comentarios del Concilio Vaticano Segundo, el concilio re-estableció el sentido antiguo del Orden Sagrado, restaurando el obispo en su orden. (Cf. Enzo Petrolino, ed. Compendium on the Diaconate).

Lumen Gentium, 26, dice que: “El Obispo, revestido como está de la plenitud del Sacramento del Orden…”. 

Pienso que, para Padre Fortea, el orden sagrado es, más que todo el poder de los sacramentos de la confirmación (sic), de la penitencia, de la Eucaristía y de la unción de los enfermos. (p. 55)

Creo que es una visión incompleta.

No digo que el poder de los sacramentos de la penitencia, de la eucaristía y de la unción de los enfermos no es propio de los sacerdotes (en los órdenes del presbítero y del obispo). Ni digo que “la cura de los almas” no es solamente en las manos de los sacerdotes (presbíteros y obispos). Ni digo que el diácono es sacerdote. Sino, digo que el orden sagrado incluye los tres órdenes: diácono, presbítero y obispo.

Yo creo que el orden sagrado no debe ser identificado solamente con el presbiterado. Debemos platicar más del orden sagrado, que del orden sacerdotal cuando referimos a los tres grados del sacramento. (Cf. Lumen Gentium.)

No hay ningún referencia a los documentos del Concilio Vaticano Segundo sobre el diaconado. Aun en el capítulo “Cambios canónicos y realidad sacramental” no cita Lumen Gentium, 29, una cita que puede clarificar la relación del diácono con el obispo y el presbítero.

En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos, que reciben la imposición de manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio.

También, en este libro hay pocas referencias a la Sagrada Escritura. Hay varias citas del Antiguo Testamento, pero pocas del Nuevo.

En un capitulo habla en una manera que aparecer de descartar el rol del diácono primeramente como siervo y ayudante especial del obispo. El diácono es su diácono:

Y digo “su”, porque el diácono está allí para ayudar al párroco. (p. 113)

Incluso, P. Fortea dice algo que pienso es una exageración:

“…el diácono es como un satélite orbitando alrededor del presbítero”. (p. 145)

Mejor decir que el diácono es, como se dice en la Didaskalia, "los ojos y oidos del obispo”.

En el capítulo de “Las órdenes menores”, no se explica los ritos actuales de los dos ministerios del lectorado y acolitado. Solamente explica un poco de los ritos anteriores. 

En una obra que pretende tratar la espiritualidad del diaconía, me sorprendió no encontrar algo sobre la importancia de servicio en la vida y predicación de Jesús: “no he venido para ser servido, sino para servir y dar mi vida para la salvación de todos”. Ni hay referencia al himno de la kenosis de Jesús en el segundo capítulo de la carta de san Pablo as los filipenses.

Después de leer este libro, la pregunta me queda: “¿Qué es la identidad propia del diácono?”

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